26 diciembre 2009

El medio siglo de “Tropas del espacio”


No quería terminar este año sin mencionar un hecho importante para la ciencia-ficción: se cumplieron 50 años de la publicación de una obra emblemática y polémica, escrita por el gran Robert Anson Heinlein. Se trata de Starship troopers (en inglés), que ha hecho correr ríos de tinta con comentarios positivos y negativos. La horrenda película de Paul Verhoeven no le hizo la menor justicia y fue un verdadero golpe bajo para el mundo de la c-f, todo lo contrario de la serie 3D (para colmo, inconclusa).

La novela nos narra las aventuras y desventuras de Johnnie Rico, un joven adolescente del siglo XXII que, al salir de la enseñanza secundaria, decide enrolarse en el Servicio Federal. De ahí en adelante se sucederán las diversas peripecias que lo convertirán en un hombre adulto. Mucho se ha hablado del carácter fascista o militarista del libro, sin embargo, creo que Heinlein quiso hablar de otra cosa: el cambio que uno sufre al ir avanzando por la vida. Cierto, tiene un tinte militarista, cualquiera se puede dar cuenta; mas ello no le resta méritos a la historia de fondo: la manera en que Johnnie crece y cómo, dentro de tanto dolor y destrucción, se reencuentra con su padre. El personaje está bien concebido y desarrollado, un joven que medita acerca de lo que ve y aprende, sin ser demasiado ligero ni demasiado profundo. No es ninguna Obra Maestra, no obstante, cumple a cabalidad con su función de entretener y —en más de un momento— consigue transmitir las emociones que involucran al protagonista. Desde el abandono de la vida civil hasta el horror de su primera batalla (una derrota) se siente cómo Johnnie va sufriendo y aprendiendo, cómo lo embarga la tristeza por la muerte de sus padres y la de sus camaradas. Vemos con sus ojos lo que acontece, todo ello salpicado de la sensación de estar atrapados en algo que no dominamos, pues somos meros peones de un gigantesco tablero.

Aparte de lo anterior, hay otro elemento que hace destacar a este libro de otros. Se trata de los trajes blindados que usa la Infantería Móvil y casi podría afirmar que esta obra crea el subgénero de las armaduras blindadas en la ciencia-ficción, un elemento usado interminablemente por el Manga y el Anime. Heinlein no fue el primero en hablar de trajes de combate futuristas, sin embargo, sí fue el primero en darles un toque real, más creíble que los anteriores al mencionar elementos tecnológicos posibles, como el uso de giroscopios para mantener el equilibrio y motores cohete para dar grandes saltos. Toda la serie de implementos que posee el soldado enfundado en esta colosal armadura está perfectamente pensada para las necesidades de la guerra. Muchos de esos implementos son de uso cotidiano hoy día (pantallas de radar e infrarrojos portátiles, armas nucleares tácticas) y otros se encuentran en fases de desarrollo, pero todo es factible y no algo meramente fantástico. Desde la creación de esta novela hasta nuestros días han surgido nuevas invenciones que complementan lo allí descrito.

Reconozco que esta obra es una de mis favoritas, que me ayudó a ver que la ciencia podía darnos buenos referentes para lo que escribimos, siempre y cuando sepamos adaptarnos a ella. También me abrió los ojos a una aterradora realidad: la guerra futura no será como la conocemos, no habrán hordas de soldados corriendo a pie con armas de rayos que hacen píu-píu ni camellos mecánicos gigantes, sino que se luchará con pocos efectivos que hagan un uso más racional de la tecnología, la que nos brindará nuevos métodos de destrucción. Es trágico, no lo voy a negar; pero una alternativa a considerar si queremos tener un pensamiento verdaderamente futurista.

Lo único malo —y que no puedo evitar mencionar— es el hecho de que muchos quedamos esperando una segunda parte de la historia, pues se acaba cuando va a comenzar la batalla más interesante. Quizás sea para mejor, ya que más adelante Heinlein se puso a escribir unas fantasías sico-sexuales de inferior calidad que poco o nada aportaban al género. No me imagino a Johnnie encamándose con su oficial superior o con su padre durante las pausas entre batallas. Dejemos la historia así, sin mayores desvaríos de otro corte.

Gracias, tío Roberto, por haber escrito esta historia que a muchos nos hizo soñar. Por algo la nave insignia de mis Tropas Cibernéticas lleva tu nombre.